Como me dijo mi psicóloga

Ir a Terapia no es para cualquiera.   A terapia solo van los valientes.   Los que quieren mejorar.   Los que quieren avanzar.   Los que quieren cambiar y romper patrones tóxicos.   Sanar viejas heridas.   Los que se atreven a mirar la mierda de dentro y a sacarla para limpiar.   Para los que abren el armario y tiran la ropa vieja, sucia y que huele a rancio.   Yo voy a ser valiente por ellos.   No fue fácil. Dolió mucho. Y no cualquiera coge ese dolor y lo acepta, lo abraza y lo transforma.   Se merecen a una madre sana, estable, que no los traumatice y los haga ir a terapia de adultos.   El camino es largo, pero vamos pasito a pasito.   Ahora que me doy cuenta de los traumas ajenos, porque ya me conozco a mí misma y se lo que no tolero. Siento pena por ellos, y por sus hijos.   Sobre todo, por sus hijos.   Porqué el que tiene un trauma y no acude a terapia, su hijo lo hará en el futuro.   Y si no va a terapia o repite patrón o se vuelve drogodependiente.   Tener hijos para darles un

Remando a contracorriente. Por Lai- Así piensa una mamá #BloggerInvitado


Hoy vuelvo con esta sección, la cual tengo muy olvidada.


Perdóname.  Pero para compensar te traigo con un post muy sentido, con el que muchas madres se van a identificar. Una servidora se siente muy, muy identificada. Me han encantado las palabras de Lai. Son palabras que no te puedes perder. Cosas que nunca nos cansaremos de Reivindicar. De luchar por una ma-paternidad respetuosa. Ya no solo por-para nuestros hijos. Si no para que se respeten nuestras decisiones.



¡Pero no me enrollo más! Te dejo con Lai. ;)








Soy Lai, mamá de dos pequeñas terremoto que lleva a su Barcelona natal en el corazón a pesar de llevar 10 años viviendo en Chile. Aficionada a la fotografía y a escribir, mi blog es tanto rincón de desahogo ante las dificultades de vivir lejos, como también el lugar donde comparto el camino que voy recorriendo en la maternidad junto con mis dos hijas, que han transformado completamente mi definición de lo que significa ser madre. En el blog compartimos momentos de risas y de enfados, de manualidades y de cocina, y también los paseos que vamos descubriendo, ¡y juntas vamos aprendiendo!


Hay cosas que desgastan en la vida. A mí por ejemplo me desgasta pelear todo el día. Sólo una vez he tenido un trabajo donde el jefe se divertían peleando con el equipo constantemente. Y eso me desgastaba mucho, mucho. Imagino que a cada uno le desgastan diferentes cosas: el tráfico, los madrugones, un trabajo que no te guste, los largos desplazamientos, los gritos, el polen, ¡no sé!

Con la maternidad, hay dos cosas que he descubierto que me desgastan. Me desgastan mucho.


La culpa


La primera es la culpa, algo que seguramente toda madre conoce. Y no hablo solo de la culpa por tener que irte a trabajar largas jornadas y dejar a tu bebé en casa o en la guardería cuando sabes que lo que necesita es a su madre. No es solo eso. La culpa como madre aparece en cualquier momento. Te despistas y ¡zas! Te sientes culpable si lo tuviste por cesárea o si pediste la epidural; si le das el pecho, pero no sube de peso como todos los hijos de tus amigas, te sientes culpable si le das el biberón porque no te esforzaste lo suficiente por darle teta;

Te sientes culpable si dejas de quedar con tus amigas por quedarte en casa jugando con tu bebé, o culpable por estar con tus amigas y perdiéndote dos horas de risas y babas en casa; también te sientes culpable por volver a trabajar, o por dejar de trabajar; por chatear en vez de jugar una tarde, por entretenerte de camino a casa a probarte zapatos en vez de correr de vuelta...y por una infinidad de cosas más. Cada una imagino que tendrá las suyas. Pero la culpa desgasta.


Remar a contra corriente


La segunda es remar a contra corriente. O lo que para mí es lo mismo, sentir que tengo que dar explicaciones por todo, absolutamente todo. Y, de hecho, va muy de la mano con la anterior, pues cada vez que tienes que excusarte, o argumentar tu decisión, te entran las dudas, y si llegan las dudas ya puede que te sientas culpable de haber decidido lo que ya tenías decidido. Es muy difícil llegar a ese punto en el que lo tienes todo tan claro que nada ni nadie te hace dudar ni un segundo. Que haces oídos sordos a lo que dicen los demás y no te tiembla el paso en el camino que has decidido llevar.


Hoy quería hablaros precisamente de la segunda, de remar a contracorriente. En mi caso, ha habido varias cosas en estos 6 años de maternidad que llevo por las que me he sentido tal cual, como si remara contra la corriente de todos los demás. Y eso a veces, te hace sentir muy sola.


  • El primer motivo fue al embarazarme. Nosotros nos comprometimos, pero ya teníamos pensado embarazarnos ese año. Así que una vez decididas las fechas de boda, decidimos intentar un mes a ver si nos embarazábamos. Más tarde no podía ser porque estaría la fecha de parto muy cerca de la boda. Funcionó. Pero sé que mucha gente pensó que había sido al revés, y que nos habíamos casado porque nos habíamos quedado embarazados sin querer. Cosa que a mí me da igual, pero al menos aquí aún no está muy bien visto. Y nada más lejos de la realidad, pero la gente cree lo que quiere. Como además me casé por el civil con un vestido rojo y un panzón enorme. Las simpatías eran pocas, o eso percibía yo. Y lo de bailar hasta altas horas de la madrugada con un panzón...me cansé de escuchar que me sentara, aunque mi ginecólogo me dio todos los permisos del mundo, y mi hija y las 1.000 patadas que me dió cuando por fin me acosté, me demostraron que ella estaba encantada con el baile.

También en el embarazo la que era mi jefa entonces, me llevaba por el camino de la amargura. Un mes me trataba como si no existiera porque como estaba embarazada y no podía hacer nada y yo me desgastaba diciéndole que estaba en plenas facultades para trabajar. Y al mes siguiente parecía tomárselo tan en serio que me tenía trabajando 5 horas de pie, yendo de un lado para otro, o trabajando hasta tarde. Vamos, que ni lo uno ni lo otro, y yo me cansé y agoté de justificarme por querer aportar o porque necesitaba sentarme a descansar a ratos.



  • La lactancia: siendo madre primeriza pelee con todo el mundo. Mi hija subía poco de peso y todo era culpa de la leche. Pero nadie prestó ayuda, sino que todos me recomendaban el biberón. Mi hija sigue subiendo muy poco de peso, y hace 5 años que no toma teta. Me cansé mucho de que me llenaran la cabeza de dudas en vez de ayudarme como madre primeriza a asentar la lactancia. Y con la segunda, tiré los horarios y los consejos por la ventana, y mi hija subía perfectamente de peso. ¿pero qué pasó? Pasó el año y siguió lactando. Y venga, más comentarios, más ”ya puedes dejar de darle teta eh” De hecho, ¡como tenía problemas de alergia alimentaria me llegaron a decir que era culpa de la lactancia extendida!! Se destetó cuando quiso, y yo encantada y hubiera seguido si ella hubiera querido. Pero me agoté mucho de justificarme por una cosa o por otra.

  • El colecho. El gran tema a justificar. cuántas miradas de desaprobación, cuántas veces habré oído que no saldrán nunca de la cama, cuántas acusaciones sobre como pongo en riesgo la intimidad de la pareja. ¿Alguien ha estado en mi casa desde que nació mi hija mayor? ¿se ha despertado mil veces cada noche durante más de dos años? Nadie más que nosotros. Tardamos en colechar por esos comentarios de advertencia como si fuera lo peor del mundo, y resulta que nos salvó de perder la cordura. nos recuperó las horas de sueño. Y nos gusta amanecer todos juntos. Y, estoy 100% segura, que llegará un día que las niñas por decisión propia querrán dormir en otra habitación.


  • Los castigos. En mi casa no hemos castigado en 6 años, y no voy a empezar a hacerlo ahora. Quizá a veces cedamos un poco más de la cuenta, pero dialogamos, explicamos, y respetamos los ritmos de las niñas todo lo que podemos. Por mucho que me lo pinten como maravilloso, que obedecen a la perfección cuando se les castiga, nadie me va a convencer de que, porque un niño se manche o rompa algo sin querer, tiene que pasar la tarde encerrado en su habitación. No puedo imaginar la confusión que siente un niño que tropieza y vuelca un vaso de leche, y por ello se queda toda la tarde sin tele.


  • Nos gusta el caos. Más justificaciones. A mí me gusta que mis hijas experimenten. Que se ensucien, que pinten, que salten en los charcos, que se mojen con la lluvia, que se disfracen, que se manchen. Que invadan el salón con sus dibujos y sus cosas. ¡Hasta casi me gusta pisar legos si es porque tenemos una aldea entera construida en el salón! Me gusta encontrarme mi agenda pintada, me gusta encontrarme una pegatina o un dibujo en la puerta del armario, o un muñeco arropado en mi cama. No me gusta delimitar espacios y no me gusta que me digan que darles libertad controlada es ser "demasiado relajada". Cada uno elige como hacerlo, yo no opino que es mejor o que es peor. Pero si esta es mi elección ¿por qué tengo que justificarme? ¿Por qué tienen que hacerme sentir mal?

  • El biberón: mi hija menor nunca usó biberón. de la teta pasó al vaso. Y en la guardería insistían que con menos de dos años necesitaba biberón, no podía llevarle un vaso. ¡Pero si lo usaba en casa! Que tiraba un poco de agua si tenía mucha sed, puede ser, ¡pero no tenía por qué usar biberón! No lo usó, pero me costó meses de insistencias. Y lo peor, que no era porque "necesitara" un biberón, sino que era más cómodo para quienes estaban a cargo.

  • El porteo: creo que no necesito más que decir "en brazos no que se acostumbran" La verdad es que ojalá hubiera cogido más en brazos a mi primera hija. Ahora los pocos momentos en los que agotada se deja llevar en brazos disfrutamos de ese abrazo. La pequeña pasó muchos y muchos meses en brazos como koala. El hecho es que hoy en día caminan, ambas, ninguna se sienta en la acera a pedir brazos, ¡a menos que las llevemos de excursión...entonces hasta yo pediría brazos para que me lleven de vuelta!


  • Cuando dejarlas solas: la presión para que un niño vaya solo a casa de un amigo, o a un cumpleaños. ¿Qué pasa si mi hija no se siente segura si no tiene caras conocidas? Conoce a su amigo/a o a los compañeros en caso de cumpleaños, pero ¿qué pasa si necesita tener un adulto de confianza para sentirse segura? ¿Obligarla tiene que ser la forma de acostumbrarla? Yo no soy así...se pongan los demás como se pongan, y me miren como me miren. Es lo mismo que obligar a dar besos. Los besos se dan si se quiere, no por obligación.


  • Los colores, la ropa y otros detalles: Pierdo la cuenta de cuántas veces en una tienda me han dicho "eso que lleva es de niño" cuando una de mis hijas escogía un color poco femenino, o quería llevarse las bambas de Spiderman en vez de las de princesas. Pierdo la cuenta de cuántas veces me han parado por la calle porque el bebé lleva los pies sin calcetines, porque le hace falta gorro, porque va poco abrigada, porque lleva el pelo corto si es niña, porque... ¿por qué no pueden elegir ellas su ropa? ¿por qué no pueden ir de azul, aunque sean niñas? ¿porque en plena primavera no pueden salir con chanclas y jersey? Me gusta darles cierta libertad...y me molesta que la gente se inmiscuya hasta en el más mínimo detalle.

Estas son algunas de las cosas por las que he tenido que justificarme, justificaciones que me dejan agotada y exhausta, que muchas veces me hacen dudar de mí misma cuando si tomo una decisión es porque la he pensado antes. ¿Por qué no nos escuchamos más y acusamos menos? Aceptemos que, así como cada uno de nosotros es diferente a nuestro vecino, cada niño también lo es, y cada madre es distinta a las demás. Y cada uno cría de la mejor manera que puede, siguiendo sus creencias, sus instintos, lo que cree que es mejor. Regalemos más respeto a los demás, porqué remar a contracorriente agota.





¿Qué te ha parecido? ¿Te sientes identificada con alguna de estas cosas? ¿Con cuantas?

A mí me agota tener que justificarme, o razonar por qué hago con mi hijo algunas cosas que la sociedad se empeña en dictar de otra manera. Por el simple hecho de que es lo que se hace. Ojalá algún día consigamos una sociedad donde no se obligue a las madres/padres a seguir "lo que hay que hacerse" si no a hacer lo que les dicte su instinto. No me cansaré de repetirlo. Sigue tu instinto. Tu hijo/a no es como el de la vecina, ni como el de tu suegra, ni como el de tu hermana. Tu hijo/a es único/a y necesita que hagas lo que tu creas necesario. Punto.

Gracias por leer y hablamos en los comentarios.

Un abrazo y feliz semana.


Comentarios

  1. Gracias de nuevo por la invitación y por prestarme un rinconcito del blog. Un abrazo!

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  2. No, hombre! Gracias a ti por escribirlo, con lo que cuesta encontrar un hueco para ponerme a escribir para mi propio blog. Yo me estoy quedando sin temas y ya me veo agobiada.. jajaja Mil gracias guapa! un besazo!!

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