Como me dijo mi psicóloga

Ir a Terapia no es para cualquiera.   A terapia solo van los valientes.   Los que quieren mejorar.   Los que quieren avanzar.   Los que quieren cambiar y romper patrones tóxicos.   Sanar viejas heridas.   Los que se atreven a mirar la mierda de dentro y a sacarla para limpiar.   Para los que abren el armario y tiran la ropa vieja, sucia y que huele a rancio.   Yo voy a ser valiente por ellos.   No fue fácil. Dolió mucho. Y no cualquiera coge ese dolor y lo acepta, lo abraza y lo transforma.   Se merecen a una madre sana, estable, que no los traumatice y los haga ir a terapia de adultos.   El camino es largo, pero vamos pasito a pasito.   Ahora que me doy cuenta de los traumas ajenos, porque ya me conozco a mí misma y se lo que no tolero. Siento pena por ellos, y por sus hijos.   Sobre todo, por sus hijos.   Porqué el que tiene un trauma y no acude a terapia, su hijo lo hará en el futuro.   Y si no va a terapia o repite patrón o se vuelve drogodependiente.   Tener hijos para darles un

El cuento de Cenicienta que no nos contaron

 ¿Qué bonito el cuento de Cenicienta verdad? 

 


Aunque al principio todo mal. Su padre muere, y se queda al “cuidado” de una madrastra muy malvada y sus dos hermanastras que la tratan como a una sirvienta. Pero al final llega un príncipe que la salva de toda esa cacucia de vida y se casa con ella. La saca de ahí y le da una vida mejor. La que ella se merece. 

 

Dejando a un lado nuestro lado feminista y sabiendo que Cenicienta podría haber decidido sola salir de ahí, yo quiero centrarme en otra cosa. 

 

En el estrés post traumático que debió sufrir cenicienta al salir de ese infierno, y del que nadie habló. 

Estoy segura de que cenicienta necesito un psicólogo/a para superar todo ese calvario sufrido durante años. Y si no, se volvió una persona controladora. Manipuladora quizá sin darse cuenta. 


Pero en el caso de que fuera un psicólogo a tratarla. ¿Te imaginas el proceso que pasó? Eso nadie te lo cuenta. La lucha interna por sanar. Porque si, ya estas fuera de todo eso, pero tu mente no lo sabe. Tienes un príncipe que te da mucho amor, comprensión, pero tú no crees merecerlo. Y crees que en algún momento todo se va a derrumbar. Te autosaboteas sin darte cuenta, pero tu pareja es un verdadero príncipe encantador que hace lo que sea para que sepas que no se va a marchar.  


Pero tu mente no te deja verlo. Y en cada sesión de terapia te encuentras peor. Te das cuenta de los miedos internos que no sabias expresar. Flashes de cosas pasadas que vuelven para atormentarte. Cosas que creías olvidadas, cosas que te habían dicho que exagerabas, que no eran para tanto. Pero que vuelves a revivir y si, dolieron y ahora años después te duelen igual que entonces.  

 

Y te da rabia, lloras de rabia sabiendo que merecías estar a salvo, sentirte segura, que no tenías culpa ni merecías vivir algo así. Que solo eras una niña pidiendo amor y comprensión. Pero al no recibirlo te hiciste una armadura. Te alejaste, decidiste cuidarte sola. Resolver tus problemas sola. Pero ahora de adulta esa armadura te viene pequeña, y está tan pegada a tu piel que no sabes cómo sacártela sin arrancarte la piel a tiras.

 

Esa armadura ya no te hace falta, tienes otra familia que, si te quiere de verdad, pero tú no sabes cómo quererlos bien, y haces lo mejor que puedes. Pero crees que nunca haces suficiente. Que podrías hacerlo mejor, pero hay algo dentro de ti que está roto. 


Otra persona lo rompió, y ahora es tu responsabilidad arreglarlo para poder convivir en paz contigo misma y con la familia que te quiere como te mereces y te merecías.  

Todos hablan de lo “bien” que acaban los cuentos cuando alguien viene a sacarte del pozo. Pero poco se habla de cómo sacas a tu mente del pozo. Porque una parte de ti sigue ahí. 


Querida Cenicienta, no lo merecías. Te comprendo, te entiendo, te quiero.

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