Como me dijo mi psicóloga

Ir a Terapia no es para cualquiera.   A terapia solo van los valientes.   Los que quieren mejorar.   Los que quieren avanzar.   Los que quieren cambiar y romper patrones tóxicos.   Sanar viejas heridas.   Los que se atreven a mirar la mierda de dentro y a sacarla para limpiar.   Para los que abren el armario y tiran la ropa vieja, sucia y que huele a rancio.   Yo voy a ser valiente por ellos.   No fue fácil. Dolió mucho. Y no cualquiera coge ese dolor y lo acepta, lo abraza y lo transforma.   Se merecen a una madre sana, estable, que no los traumatice y los haga ir a terapia de adultos.   El camino es largo, pero vamos pasito a pasito.   Ahora que me doy cuenta de los traumas ajenos, porque ya me conozco a mí misma y se lo que no tolero. Siento pena por ellos, y por sus hijos.   Sobre todo, por sus hijos.   Porqué el que tiene un trauma y no acude a terapia, su hijo lo hará en el futuro.   Y si no va a terapia o repite patrón o se vuelve drogodependiente.   Tener hijos para darles un

Esto es algo Tabú



Creo que en toda mi existencia he hablado de esto con personas muy cercanas, y porque estaba al 1000% segura de que no me iban a juzgar, ni a invalidar con frases del tipo “lo haces para llamar la atención”, o cualquier derivado de esto, que a la peña se le ocurra decir.  

 

Es difícil contar algo tan privado en un sitio tan público como un blog (aunque me lean solo mis amigas jaja), pero he pensado que además de desahogarme yo, podría servirle algún día a alguien que de casualidad encuentre mi página y esté en una mala situación, física o mental.  

Por elles lo hago, ni más ni menos.  


Siempre, desde que tengo uso de razón me han acompañado unos pensamientos. Se acentuaron en la adolescencia y tuve un pequeño intento de... 

No soy capaz ni de nombrarlo, y nunca se lo he contado a nadie jamás. 


Pero no fui capaz de llevarlo a cabo. No me preocupaba tener esos pensamientos, me preocupaba el dolor. Sentir ese dolor cortante, y paré, porque ya sentía bastante dolor. Quería que fuera algo indoloro, pero no tenía acceso a otras cosas... El que quiere entender entenderá. 


Nunca más lo intenté, pero me acompaño otro tipo de pensamiento.  

“Y si me atropella un camión, coche, lo que sea. Que más dará, así acabará todo.” 

Solo quería dejar de sentir dolor, soledad, sufrimiento, pesadez mental, pesadez en el pecho, cansancio físico. Algo que nadie veía. Pero era muy real para mí. Vivía la vida como un zombie. Un robot. Como si fuera una película, la vida de otra, y no yo. Ahora sé lo que es el termino - Disociación- Lo que me ha mantenido con vida hasta ahora.  

 

Me enganché a una serie, a la que sigo enganchada y vuelvo a empezar desde el primer capítulo de la primera temporada cada cierto tiempo. 


Anatomía de Grey. Hola, soy Meredith. 


Abandonada por su padre, y criada por una madre emocionalmente no disponible, déspota, egoísta, excesivamente crítica, y que se evidencia por sus actos que no era una hija deseada. 

Y más cosas que me identifican, pero esto se haría muy largo si las enumero todas. 


Hay un capítulo clave en la trama, que siempre tenía en la mente. (para las/ los que conozcan la serie sabrán) Lo que le dice la terapeuta de Meredith a ella en una consulta, después de tener ese “accidente” en el agua. 


[ La gente huye de la línea entre la vida o la muerte. Pero parece que tú te quedas en el medio esperando a que una ráfaga de viento te lleve hacia un lado o a otro. No te cortas las *enas pero es igual. No te importa tu vida.  

Probablemente porque tu madre te dijo que eres un ser innecesario. El problema es que la creíste. Y si no procuras cambiar uno de estos días vas a morir.] 


No recuerdo que mi madre me dijera literalmente que era un ser innecesario, o algún sinónimo. Aunque nunca olvidaré como le dijo a otra persona sin saber que yo escuchaba “ojalá la hubiera abandonado en la puerta de una iglesia”.

 

Sabes esa frase que dice la gente de las personas que se “desviven” (pero no lo logran) de:

“Solo lo hace para llamar la atención” 

 

La respuesta es simple. 


¡SI! POR SUPUESTO QUE QUIERE LLAMAR LA ATENCIÓN. ES UN GRITO DE SOCORRO.

 

Es un grito de –no puedo más-. 

Es una llamada de –No sé cómo salir de esta espiral autodestructiva, necesito ayuda- 

Y si nadie me ayuda, solo veo una solución a dejar de sufrir. Acabar con todo es dejar de sentir dolor. Porque no sé cómo gestionar tanto sufrimiento y nadie me presta atención. 


Por favor, No ignoréis esas llamadas de atención.

 

Nadie en mi infancia se dio cuenta de que sufríamos maltrato. Crecí pensando que a todo el mundo le daba igual. 


A nadie le pareció raro una niña solitaria que apenas se relacionaba con sus compañeros.  


A nadie le pareció raro ni preocupante una adolescente que se emborrachaba casi a diario, y fumaba sustancias ilegales también a diario. Solo recibía regaños y castigos. ¿Es lo que hace un adolescente, o una persona que quiere anestesiar sus emociones?  

Por suerte, yo misma me puse límites de cosas que no quería probar. No sé ni como conseguí hacerlo, pero algo dentro de mí, sabía que eso terminaría por destruirme y no quería acabar como mi madre.  


Me llamaron mentirosa o exagerada cuando fingía una enfermedad para no ir al colegio, porque lo odiaba. Nunca nadie se preocupó en saber cuál era mi razón, o razones para hacerlo

.  

Me castigaron y obligaron a volver al colegio, cuando me pillaron en la calle fugada de las clases a los 12 años. Tampoco nadie me preguntó la razón o razones por lo que lo hacía.  


¿Qué ocurre, te pasa algo en el colegio? Habla conmigo, te ayudaré, lo arreglaremos, confía en mí. 


Son palabras que a cualquier niñe le gustaría escuchar, para sentirse a salvo y querido. 


Cuando tu familia no es un lugar seguro, creces con la sensación de querer huir contantemente. Crecí pensando que algún día vendría una persona adulta, vería todo eso y me sacaría de ese infierno. Esperaba que esa persona fuera mi padre. Pero nunca sucedió. También fantaseaba con la idea de que me pasara algo muy malo, para que me prestaran algo de atención.  


Ahora de adulta veo que hubiera sido difícil demostrar aquel infierno. 

Porque de puertas para afuera eran personas amables y que decían a los demás cuanto me querían. Tampoco puedo estar segura al 100% de que yo hubiera estado dispuesta a contarlo todo, porque esa familia era lo único que conocía. Además de que por aquel entonces pegar a los niños era algo muy normalizado.  


Pero estoy segura de que ciertas situaciones, como sacar el cinturón, no eran muy normales.  

O decirle cosas obscenas a una niña de 12(o la edad que sea) que está experimentando cambios en su cuerpo que no comprende, por parte de un hombre adulto... tampoco era muy normal. Aunque ellos se rieran, yo me sentía violada. 


Era confuso, porque yo me sentía más a salvo fuera de casa que dentro.  


Ojalá hubiera crecido en esta época, donde ya no está bien visto ni normalizado pegar a los niños.  

Donde los padres saben identificar el bullying. Donde se preocupan cuando su pequeña no está bien. Que identifican que algo pasa, algo no va bien y son capaces de hablar para ayudarlos. 

Donde los padres y madres hablan con sus hijos sobre sus problemas, porque SI los niños también tienen problemas. Donde se piden perdón si han discutido y la cosa se ha salido de control. 


Ojalá hubiera tenido la madre que soy. 


Ojalá hubiera tenido el padre que tienen mis hijos. 


Ojalá esos pensamientos no me hubieran acompañado durante tanto tiempo. 


Por eso y mil razones más, antes de intentar hundir a una persona, piensa en lo que vas a hacer. Quizá esa persona ya lleva su propia lucha interna, y estas ayudando a que esa persona acabe, donde no nos gustaría. Porque luego nos preguntamos “pobrecita, porque lo hizo, ojalá me hubiera dicho, o dado cuenta”.  


Ahora cada vez que esos pensamientos quieren volver, miro a mis hijos y mi marido y digo NO, bien alto en mi cabeza. A veces quieren volver cuando tengo una crisis emocional, pero ahora sé que, en lugar de ignorar esos sentimientos, tengo que abrazarlos y comprenderlos.  

Mirar a mis hijos y pensar: “Si tu no estas, los traumatizarás de por vida, igual que hicieron contigo. NO”.

 

Gracias a la terapia, 36 años después, esos sentimientos de vacío, y esos pensamientos de acabar con todo, casi han desaparecido.  

Comprender que el dolor del pasado no define mi vida entera. Comprender que no sentirme amada ni deseada por mi familia de sangre, no significa que no merezca amor de otras personas. 

Pero, sobre todo, lo que entiendo más que nunca es que NADIE, me va a amar más en este mundo que yo misma.  


Me voy a amar, me voy a respetar más que a nadie. Voy a enseñar a mis hijos a que se amen y se respeten. Y que los amo, respeto y valoro sus emociones buenas y “malas”, sus sentimientos. Aunque no siempre lo haga correctamente, también he aprendido que soy humana y puedo cometer errores. La perfección no existe. 


Y ese pensamiento le da más sentido que nunca a este blog, que se ha transformado en un desahogo sobre sanar mis heridas de la infancia, más que un desahogo de la maternidad. 

 

Gracias por acompañarme en este camino. Y espero que esto le sirva a alguien de ayuda para salir de ese pozo. Te mereces vivir, te mereces amar y ser amada. Por favor, pide ayuda. 

Comentarios