Como me dijo mi psicóloga

Ir a Terapia no es para cualquiera.   A terapia solo van los valientes.   Los que quieren mejorar.   Los que quieren avanzar.   Los que quieren cambiar y romper patrones tóxicos.   Sanar viejas heridas.   Los que se atreven a mirar la mierda de dentro y a sacarla para limpiar.   Para los que abren el armario y tiran la ropa vieja, sucia y que huele a rancio.   Yo voy a ser valiente por ellos.   No fue fácil. Dolió mucho. Y no cualquiera coge ese dolor y lo acepta, lo abraza y lo transforma.   Se merecen a una madre sana, estable, que no los traumatice y los haga ir a terapia de adultos.   El camino es largo, pero vamos pasito a pasito.   Ahora que me doy cuenta de los traumas ajenos, porque ya me conozco a mí misma y se lo que no tolero. Siento pena por ellos, y por sus hijos.   Sobre todo, por sus hijos.   Porqué el que tiene un trauma y no acude a terapia, su hijo lo hará en el futuro.   Y si no va a terapia o repite patrón o se vuelve drogodependiente.   Tener hijos para darles un

Casi me pasa otra vez... Pero ahora voy a Terapia.

 


Cuando el grupo de la urba se dividió, no me quedé sola, como algunas (creo yo) se esperaban. Quedamos tres en el grupo y más fuertes que nunca. Teníamos muy claro cuál era el problema y no íbamos a ceder ni a ir detrás de nadie como perritos desesperados. Como creo yo, otra vez, que ellas estaban esperando). 

Pero con ayuda de mi marido, porque me sentía muy derrotada y con el miedo de confiar en otras personas, no me veía capaz de conocer a gente. Asique con su ayuda tanteó el terreno para ir conociendo a otros padres del colegio de nuestros hijos. Mientras al mismo tiempo yo iba a terapia para arreglar mi mente y salir del pozo en el que me notaba hundida. 


Hicimos buenas migas con algunos y alguien formo un grupo de whasap, para hacer salir al campo, caminatas, tomar cafés, etc. Todo al principio fue muy bonito, como cuando te enamoras de alguien y estas en la que llaman “la luna de miel”. 


El grupo de madres era precioso. Cada una diferente, cada una con sus dramas. Pero con algunas cosas en común, y no solo la maternidad. Algunas compartíamos traumas de infancia he íbamos a terapia y eso nos unió mucho. Incluso hacíamos terapias grupales en las que nos turnábamos por escuchar los traumas que superar de las otras. 


Hubo sesiones de terapia con mi psicóloga en las que salía muy perjudicada. Muy triste, lloraba si me abrazaban, lloraba si me decían palabras bonitas, o intentaban darme palabras de aliento. En alguna ocasión muy al principio, incluso rechacé abrazos, porque no quería ponerme a llorar en mitad de la calle. 

Y cuando decía que quería irme a casa a estar sola, que no tenía ganas de nada. Me entendían, pero me pedían quedarme, para hablar. Pero no hablábamos de mí, me contaban anécdotas divertidas para hacerme reír. 

Acordamos las madres hacer caminatas después de dejar a los niños en el colegio, para despejar la mente y a la vez hacer ejercicio. Con un calendario, la que podía se apuntaba ese día y la que no podía se apuntaba otro día y así íbamos rotando, para caminar unas horas y al mismo tiempo hablar para desahogarnos de nuestros problemas. 


Una amiga a la que ya conocía de antes y que yo metí en el grupo (de lo cual me arrepiento, en gran medida. No por mí, si no por ella) me dijo que este grupo duraría un año. Y después todo comenzaría a dividirse. 

No la creí. Y debí hacerlo. Tenía toda la razón. No recuerdo exactamente cuando pasó, porque yo estaba muy centrada en curar mi corazón y mente en terapia. Como he escrito en anteriores posts.  

Si que recuerdo en una reunión con algunas madres decir “Fulanino y Fulanita, me traen malas vibras. No sé qué es, pero hay algo que no me gusta”. 


Meses después como mi intuición trataba de decirme, se confirmaron cosas que de echo han provocado que termine de cuajo esa amistad. Quizá más adelante cuente todo. 

La cosa parecía ir bien, pero surgían comentarios de personas que me chirriaban. Criticas hacía otras madres que no estaban presentes, que no me gustaban. 


Pero estoy orgullosa de mí misma, de cómo he actuado hasta ahora, porque he conseguido romper un patrón. Ahora tenía claro lo que no quería en mi vida, ni a que tipo de personas. 

Cuando alguien venia con “chismes” de otras madres. Y solía ser que no les había gustado un comentario de otra; siempre respondía “si tienes un problema con fulanita, háblalo con ella” 

A mis esos comentarios no me molestaban porque gracias a la terapia entendí, que esos comentarios o frases, no eran un ataque personal hacia mí, sino como ella se sentía en realidad. Aun sabiendo todo eso, tome la decisión de no callarme y responder a esos comentarios todo lo amablemente posible que me permitiera mi humor del momento. 


Porque he tenido que aprender a las malas, que callar cosas de las que luego me arrepiento, repercute en mi salud mental y autoestima. Creándome un conflicto interno. Todos los comentarios que yo respondía acababan en comprensión, risas, y abrazos. Y me ayudaba más a entender que esa persona no tenía maldad ninguna. 

Otras, en lugar de hablarlo con ella venían a mi o a otras. Y mi respuesta siempre fue la misma. “háblalo con ella, dile que te ha molestado”. 


Pero no. Algunas optaron por evitarla todo lo posible, o incluso por ignorarla y hacer como si no existiera adoptando una actitud infantil y pasivo agresiva. Y yo por ahí que no paso.  

Porque ahora sé, gracias a la terapia y a mi experiencia que, la que le hace eso a otra amiga, me lo hará a mi tarde o temprano, el día que aun sin querer cometa un error. Y yo “amigas” así no las quiero. 

Me ha subido mucho la autoestima poder saber darme cuenta de estas actitudes tóxicas y alejarme a tiempo de todo.  


Otro adulto del grupo comenzó a hacer comentarios despectivos sobre el físico de otras personas. “cara de caballo. Nariz de bruja. Culo enorme y gordo.” 

La primera vez que intenté dejar de escuchar esos comentarios me respondió con lo típico “es broma” y siguió riéndose, a pesar de que yo no me reía. 


La segunda vez tuve que ser más clara y tajante. Aunque ahora sé que por mi parte fui muy agresiva, no voy a fustigarme, ya que nadie me ha enseñado a ser asertiva con la gente. Y estoy aprendiendo ahora a mis 36 años en terapia. Dicho esto, la conversación fue: 


Fulanito: “*Contexto que no puedo mencionar por terceras personas* cara de caballo jajajaja” 

Yo: Espero que no te pases el camino comentando de esa forma los cuerpos ajenos. 

Fulanito: “Es broma, además el primero que critico es mi cuerpo” 

Yo: Con tu cuerpo haz lo que quieras, pero deja los cuerpos ajenos en paz 


1º Eso de que su cuerpo era el primero que criticaba... mentira. O al menos yo nunca lo he escuchado.  

Ahora sé que las personas que hacen esto en el fondo son muy inseguras y sacan su inseguridad criticando los cuerpos de los demás. Lo que no lo justifica. Vuelvo a decir que ahora sé que no fui nada asertiva.  

Además de no saber cómo pararlo asertivamente, tenía miedo de volver a la misma situación del grupo anterior o a recibir otra vez los comentarios de “son bromas” “eres muy sensible”. 

 

Sinceramente prefiero ser sensible al dolor ajeno que no serlo en absoluto. 

En ese momento me salió ser borde y tajante. Tanto que él por su parte decidió no responder más y alejarse. Cancele la caminata porque me sentía incomoda de ir con una persona así. Por su parte a partir de ese día solo recibía un “buenos días” o un “hola” si más intención de conversación o aclarar nada. 


Por mi parte tampoco hice nada, esperando a que él viniera y me dijera algo si le había molestado la conversación. Yo intentaría ser comprensiva y asertiva. Había preparado una frase para ese momento. 


“Ese tipo de comentarios “bromas” me incomodan mucho, te agradecería que conmigo no los hagas más”

 

Nunca he podido decírselo, porque él siguió alejado y empezaron a surgir más problemas con él y otros miembros del grupo. Y yo por mi parte sin ningún drama ni problema seguí con mi vida, dedicándome a mi, mi familia y en mejorar mi salud mental.  


Sé que esto mismo lo ha intentado con otras personas, que tampoco le han seguido el juego.  

Y que ha intentado hablar con otros sobre qué problema tengo yo con él. Cosa que tampoco ha conseguido resolver. Porque estas personas tienen en su mente la misma frase que yo: “Háblalo con ella”. Tal vez si viniera directamente a la fuente del problema, lo resolvería, pero... 


A pesar de tener algunas discrepancias con algunas personas, creo que es un grupo de gente bastante sano, y hemos sabido navegar las cosas que han ido surgiendo. Lo más importante para mí, es que en ningún momento me he sentido sola. 


Por esta y mil razones más doy gracias por haber decidido ir a terapia. Porque ahora he comprendido que las personas que son así tienen problemas mentales pendientes de solucionar, pero, eso no significa que yo tenga que aguantar su actitud de mierda.  


Y si por no seguirte el juego de criticar a otros te alejas, te doy las gracias. Ok, vete.  




Y justo esto mismo pienso hacer con cada personita que me venga con malos comentarios. Y animo a mis amigas a responder, a no callar, siendo todo lo humanamente amables. Todo lo amables que su humor le permita ser.  


Puedes comprender que una persona, que dice tener la autoestima por las nubes, que alardea de las carreras universitarias que tiene y de todos sus masters, cosa que me parece genial, y me alegro por esas personas. Que se nota que tiene traumas... Pero luego menosprecia al que no tiene carrera universitaria, a la que es ama de casa y le dice que “tiene vacaciones permanentes porque no trabaja”. 


La misma que se queja de una persona que no tiene filtro, pero luego ella misma tampoco lo tiene y es la primera ofendida si le dicen algo. Es la misma que toma una actitud infantil y decide ignorar descaradamente a una persona en lugar de hablar con ella el problema.  


Cada vez que dice que tiene la autoestima muy alta, no me queda muy claro si es cierto, la verdad. 

Que venga a despotricar de esa persona y a intentar darle la vuelta al drama diciendo que es la otra la que me viene con el chisme, cuando no es verdad y lo sabe. Y hace comentarios del tipo “a , que tengo una carrera, me va a decir...” 


O finges muy bien lo de la autoestima alta, y en verdad dices esas cosas para sentirte bien contigo misma. O realmente la tienes muy inflada y necesitas menospreciar a los demás porque crees que tu vales más que nadie.  

Sea cual sea la razón, yo no necesito a personas así en mi vida. 

Porque sin querer he vuelto a mediar en una disputa que ni me va ni me viene. Con ella algo me decía que la cosa no iba a ir bien. 


Una vez hablando con mi mejor amiga le dije: 


“Con ella hay algo que no me mola. Siento que tengo que ir con pies de plomo, porque el día que aun sin querer cometa un error y la cague, aunque sea sin mala intención. En lugar de hablarlo conmigo va a ir a otros a comentarlo.” 


Oye, dicho y hecho. ¿Seré pitonisa? ¿Adivina? ¿Medium? 



Porque, aunque no me lo ha hecho a mí, lo ha hecho con otra. Y me temo que si es capaz de hacerlo con una persona. Da igual quien sea. Tarde o temprano lo hará conmigo. 

No voy a pasar por esto otra vez. Que una amiga sea pasivo agresivo conmigo, porque sin querer la he cagado, pero lo habla con otras y no conmigo. Por mi salud mental. Por mi autoestima, por dignidad. Las personas con estas actitudes no me hacen ningún bien y tengo que sacarlas de mi vida.

 

Gracias a la terapia he comprendido que no hacia las preguntas correctas.

 

La pregunta no era “¿Por qué mi amiga me hace daño?” 

La pregunta es: ¿Por qué estoy permitiendo que me trate mal?  


Ahí la cosa cambia. Lo cambia todo. Me queda claro que los grupos grandes son imposibles de que funcionen bien. He aprendido que no tengo que obligarme a pertenecer a un grupo. No se encajar con personas así y ya no pienso obligarme a encajar, ya no tengo necesidad de pertenecer a un grupo.


He aprendido que gracias a este grupo y al anterior he conocido a gente que vale su peso en oro. Y son amigas de verdad. De las que te defienden a las espaldas y critican tu actitud de frente. 

Eso es lo que quiero y necesito. La soledad ahora es una opción de disfrute personal y no un sentimiento triste y desolador.  

Con un año de terapia he aprendido tanto, espero poder seguir aprendiendo mucho más en el futuro.  

Más gente debería ir a terapia. Tal vez en otra ocasión os cuente, la razón de haber decidido llevar a mi hijo mayor también a terapia. Espero poder ayudarle y que todo siga mejorando con amor y en familia.  




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